Brinquitos
Tx8 entró una vez más a la Ana María, pulcata famosa por los rumbos de la Portales, como de cotidiano lo hace desde que se mudó al barrio. La última vez se le vio por el típico Tepito, allá por los setenta.
El trago nunca le ha faltado, gracias a Dios, y a veces consigue su alipuz de bacachá blanco.Sin desairarar, eso sí, su inseparable teporocha, que guarda celosamente debajo de su percudido y mugriento saco, desteñido por el tiempo y las inclemencias del clima. Ante la barra, pide su media chivita de rigor, de tuna si es posible, al fin que es temporada. Eructa al cielo sin limpiarse el hilillo de baba que le escurre desde las comisuras de su boca hasta la barbilla. Sale brincando de gusto, trastabillando con una que otra mesa, debido a sus agujetas mal atadas.
Tx8 deambula fantasmalmente por las calles de la colonia Portales, sin oficio ni beneficio. es un personaje en vías de extinción. Parece un sonámbulo diurno, mejor, un fantasma matutino que ya no asusta a los niños de hoy. Tx8 camina a brinquitos y así entra a la Ana María, pulquería de la calle de Necaxa, casi esquina con Eje Central Lázaro Cárdenas, sin fijarse en su desaliño y mugre hecha costras que le cubren el cuerpo como segunda piel.
Tx8 nunca ha mendigado un trago, pues no falta el alma caritativa de algún parroquiano que se lo ofrece por el sólo hecho de verlo salir a brinquitos y con sonrisa socarrona dibujada en su rostro. Y con suerte, tampoco falta que alguna dama del Departamento de Mujeres, le estire su jícara de miel prieta. La Ana María es de las pocas pulquerías que aún sobreviven y se niegan a modernizarse como las cantinas -ahora salones familiares con payaso globero incluido- de la Ciudad de México. "Aquí no se admiten uniformados, menores de edad ni vendedores ambulantes", reza el letrerito azul clavado en las puertas verdes tipo persiana. Tampoco podía faltar la memorable foto tomada por Gustavo Casasola, aquella de los pulqueros brindando en sendos tarros afuera de una pulquería, allá por los tiempos de Don Porfirio, o como diría José Vasconcelos: "la aristocracia pulquera".
En la Ana María, como en cualquier otra pulcata, no falla el botanero que sirve cacahuates enchilados, galletas saladas con ceviche y pescaditos fritos con limones partidos en cuatro. La diferencia es que aquí sí cobran la botana. A Tx8 no le preocupa más que tomarse su media chivita cuando trae algunos centavos en el bolsillo. Los meseros no le permiten sentarse porque alegan que "ahuyenta a la clientela decente". Por eso Tx8, cuando lo regañan, arrastra sus pies junto con el aserrín, para sacarlo hacia la banqueta, como señal de protesta. Se pasea como espectro por los rinconcitos de la Ana María y sin desesperarse, sabe que alguien se acercará a la barra para invitarle una copa de albañil, compuesta con pulque natural, bicarbonato de sodio y limón, que es muy buena para la cruda.
A Tx8 le gusta sonreir casi como retrasado mental cuando alguien avienta al aire una moneda y cae justo en la línea trazada por alguno de los jugadores de rayuela. Pareciera que se hubiese sacado la lotería y comienza a dar de brinquitos por todo el lugar alzando, con su mano derecha, sus destartalados anteojos, sin cristales y pegados con diurex, en son de júbilo y festejando al ganador. Sus aullidos son callados con unas cuantas monedas que le dan los clientes o a veces el jugador que ganó la partida y una buena apuesta.
Tx8 no se la vive en la pulquería, como aparenta, pues él vive en la calle. Entra y sale sin pedir permiso durante tres o cuatro ocasiones a lo largo de las ocho horas que permanece abierta la Ana María (de 11 a 19 hrs.). Le encanta su caldo de oso, su baba de perico, bigote blanco, pulmón, tlachique, neutle, tlachicotón, ése que le falta casi un grado "pa' ser carne". Dependiendo del día o de la estación del año, consigue un curado de jitomate, su preferido, nomás de gorrión, de pura gorrita café. Sólo los domingos está triste y es cuando se la pasa todo el día de chupamirto, con su fiel teporocha, con los cuates pepenadores de la Nativitas, de la Alamos y uno que otro despistado de la Postal o incluso de la Obrera.
Tx8 es leal a la Ana María, es como hacerle un homenaje desde la banqueta de enfrente, tirado en el suelo, cada vez que brinda con sus cuadernos -ninguna hoja suelta-, hacia las puertas cerradas de la pulquería. Cuando Tx8 no consigue su pulmex, aunque sea de ajo-dido, se acerca como eso de las siete de la noche directo a la barra. Los pocos clientes que esperan el cierre toman los últimos curados de cacahuate, de avena, nuez o piñón, "auténticas malteadas para niños", diría Tx8 en voz quedita a cada uno de los que permanecen, como los árboles, aún de pie, mientras algunos meseros lavan vitroleros y alambiques ya vacíos.
Ahí mismo, en la barra hay una lámina acanalada en posición algo inclinada hacia la derecha. Sirve para el desagüe del pulque natural, de los curados y hasta de la baba de los parroquianos que no alcanzaron a limpiarse con el brazo. Luego de hacerle honores a la diosa Mayelxóchitl y a su hijo Meconetzin, juntito y debajo de la imagen, de manufactura china, ahora luminosa de la Santa Patroncita Virgen Morena del Tepeyac: Tonantzin-Guadalupe. Los residuos viscosos escurren lentamente y al final de la barra caen gota a gota o a veces en un continuo hilillo revuelto y multicolor a un vetusto y húmedo tinacal de madera, con clavos oxidados en su exterior. Nada se desperdicia: en el tinacal lo mismo se mezclan el pulque que la baba de uno que otro bebedor empedernido o no. Son los curados de nopal, los famosos brinquitos, que se venden a mitad de precio y son más babosos que la baba misma.
Tx8 toma un tarro usado o recién lavado, le da lo mismo, y con la venia del despachador y la concurrencia, lo sumerge en el viejo tonel. Lo llena hasta el tope, para luego alzarlo triunfante, dando media vuelta y enseñándolo a los últimos parroquianos: como un torero ofreciendo su capote y está a punto de lidiar al más bravo astado. Sin pensarlo, y sin disfrutarlo sorbito a sorbito, se lo empina y lo bebe en un honroso hidalgo: "chingue a su madre el que deje algo". Luego repite la fórmula dos o tres veces más, según le alcancen las monedad ganadas, bebiendo el desperdicio.
Una vez efectuado el ritual, Tx8 sale de la Ana María dando brinquitos de puro gusto. Así se va por las ya oscurecidas calles de la Portales y perdiéndose rumbo a los rápidos de Tlalpan. El sabe que sí combina: muy pulquero, pero nada pulquérrimo...