sábado, junio 23, 2007

Subida al cielo

Fíjate bien si caminas por las calles cercanas a la Alameda. Están por todas partes, arriba y abajo, aunque siempre emergen del subsuelo cuando se abre la tapa de una alcantarilla o desazolvan una cloaca. Son criaturas minúsculas que protegen, como un ángel de la guarda, a sus habitantes. Si tienes la suerte de sentir una picadura como de mosquito, no los aplastes con un aplauso, son ellos que nos avisan "aquí estoy para cuidarte" y aliviarte de los tormentos delirantes de esta desangelada ciudad. Si al atardecer ves una reunión de luciérnagas detrás de un arbusto o cerca de un farol, son ellos que con sus pequeñas luces nos alumbran los pasos de nuestro efímero existir. Por la noche "de pronto el río de la calle se puebla de sedientos seres, caminan, se detienen, prosiguen. Cambian miradas, atreven sonrisas. Forman imprevistas parejas. Sonríen maliciosamente al subir en los ascensores de los hoteles donde aún se practica el vuelo lento y vertical. En sus cuerpos desnudos hay huellas celestiales: signos, estrellas y letras azules. Se dejan caer en las camas, se hunden en las almohadas que los hacen pensar todavía un momento en las nubes. Pero cierran los ojos para entregarse mejor a los goces de su encarnación misteriosa, y, cuando duermen, sueñan no con los ángeles sino con los mortales" (fragmento de Nocturno de Los ángeles, Xavier Villaurrutia, 1936).
Piénsalo bien la próxima vez y detente, ten cuidado, el peligro de caer en una cloaca destapada oscila entre interrumpir el zigzaguente vuelo de estas criaturitas mágicas hacia el cielo por un arrebato de mano sacudiendo el aire o tener una caída libre al fondo hasta aplastar a miles de ellas, entonces, quizá te conviertas en un alma desgraciada intentando hacer lo mismo. ¡Bienaventurados los que mueren cayendo en el inframundo de la Ciudad de México, porque su reino no es de este mundo!